16 de octubre de 2011

De todas las Sevillas...


Dicen que Sevilla es uno de los destinos más económicos para viajar, la reina de lo que ahora se llama “turismo low-cost”; pues bien, hoy propongo el “más barato” todavía, el “todo a cien” de los viajes, una visita relámpago en la que usted podrá disfrutar en pocas horas, si el tráfico lo permite, de la oferta cultural al completo que presenta la ciudad.
Calle Mesón del Moro, esquina Mateos Gago, barrio de Santa Cruz, frente a la Giralda. Y olé! Usted se baja del taxi, del autobús o, si tiene posibles, del coche de caballos, camina unos pasitos y en 5 metros toda Sevilla se pone frente al objetivo de su cámara de fotos.

Por orden de aparición, como en las películas, una Virgen, una guitarra, un Se Vende, un cartel de lunares, otro de Cruzcampo y la temporada taurina. Imposible sintetizarlo toda más y mejor: la Sevilla cofrade, la flamenca, la de la crisis, la Feria, la cervecita fresquita y los toros esperándole en fila india.
Solo se tiene que echar la foto de rigor, posar en solitario o acompañado y se acabó, carretera y manta hacia Santa Justa o el aeropuerto: en 2 horitas se ha visto Sevilla, toda Sevilla, todita toda.
O al menos la Sevilla que suele aparecer en los medios de comunicación nacionales; esa ciudad que se echa entera a la calle para celebrar la boda de su duquesa, que roba el protagonismo al mismísimo Mourinho con piques futboleros chistosos y pueblerinos, esa ciudad panderetera de miarmas que hace palmitas a todo aquel que le guiña un ojo con tal de meter la cabeza unos segundos en el programa de Ana Rosa o el informativo de la Carbonero.
Por eso propongo esta ruta típica, tópica y rápida, rapidísima, con la que en un visto y no visto el turista podrá tachar Sevilla de su lista de ciudades por visitar. Aunque claro, siempre habrá alguno que se lleve un disgusto cuando, en el transcurso del viaje, compruebe que los autóctonos no vamos vestidos de bandolero ni las féminas de flamenca, pero bueno, no se puede tener todo en esta vida….


Yo, por mi parte, lo tengo claro: esa Sevilla la regalo. Por cutre, por vacía, por estúpida.
Me quedo con las otras, con las muchas otras Sevillas, con las Sevillas que algunos nunca podrán ver porque están ciegos o no les interesa.

Me quedo con la Sevilla que busca el limonero de Machado tras el cancel del Palacio de Dueñas, no un rostro sacado de la prensa rosa.
O con la que recorre el barrio de Santa Cruz encontrando versos de Ocnos entre esquinas y callejuelas, no delantales de lunares.
Porque hay muchas Sevillas, infinitas, tantas como uno quiera ver. Y sentir.
Hay una Sevilla que te susurra al oído notas de Turina por las bocacalles de la antigua Ballestilla.
Una Sevilla que serpentea entre los adoquines de San Bartolomé siguiendo el sendero que hace siglos, milenios, dejaron unas huellas sefardíes ya borradas por el tiempo.
Una Sevilla que despide en espera de una nueva Primavera a los vencejos rezagados que aún sobrevuelan las cornisas la calle Santa Clara.
Una Sevilla que pone flores a Sor Ángela en el jardincillo de la casa donde aprendió a dar sus primeros pasos.
Y sin haber salido del Centro, sin necesidad de fundir tu sombra con las siluetas que dibujan en el suelo las ramas de los naranjos de Pío XII, sin sumergir los pies en la alfombra de hojas marchitas que estos días desnuda los árboles de la Borbolla, sin ser preso del olor a puchero recién hecho que que invade las calles del Cerro al rondar el mediodía, sin ni siquiera cruzar el Puente


Así que nada, pobre de aquel que, entre todas las Sevillas, las infinitas Sevillas, solo sea capaz de encontrar lo típico y el tópico, el tipo y el arquetipo, la pandereta. Pobre de él, aunque al fin y al cabo es su problema.

3 comentarios:

  1. No me gusta, me encanta. Para enmarcarla y colocarla en una buena parroquia, en una a la altura del autor.

    Besos a manojos, Sergio.

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  2. No hay más que darte las gracias por expresar lo que siento cada vez que Sevilla sale en los medios de comunicación. Esa SEVILLA en mayúsuclas que sevillanos y los que no lo somos sabemos que existe, esa que tú hablas siempre, de cultura, monumentos e historia y tradiciones... esa sólo los inteligentes saben apreciarla. El resto pueden venir a dejar sus laureles al lado de los tópicos, que la economía está "mu mala" y sean bienvenidos los euros.
    Como tú dices, ellos son los que se pierden la verdadera esencia de la ciudad más bonita del mundo.

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  3. Hay mucho "pobre" por ahí, amigo; incluso autóctonos. Pero como bien dices: es su problema. Incluso yo añadiría más: mejor aún, así cabemos a más.

    Un saludo y felicidades por la entrada.

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